Agosto / Los niños comen / pan moreno y rica luna, cantaba Lorca. Mes vacacional por excelencia, agosto abre una temporada de posibilidades infinitas, especialmente para quienes se precian de extender sobre sus días una mirada literaria. Siguiendo nuestro propósito iniciado el pasado mes de julio, esta vez hemos preguntado a Jorge Freire, Esperanza Ruiz, Jose Mª Contreras Espuny, Diego Martínez, Javier Tiestos y Carlos Hortelano por una recomendación literaria para el mes de agosto.
Jorge Freire
Los años itinerantes de Wilhelm Meister – J .W. Von Goethe

No es una novedad, pero es un clásico; y los clásicos, sin estar de actualidad, están siempre presentes. Intenté leer el Wilhelm Meister durante la carrera y tanto me aburría que no pasé de la mitad. Lo releí pasados los treinta y me entusiasmó. Uno cierra esta obra de Goethe, la madre de todas las novelas de aprendizaje, y al momento echa de menos a Mignon, a Filina, a Jarno, a Serlo y a Lotario. Hasta echa de menos al aspista cenizo, encerrado en su yo, obstinado en su sino fatal, e incluso al “alma bella”, cuyas confesiones se hacen pesadas en una primera lectura y a las que se vuelve con avidez en la segunda y en la tercera.
Pocas novelas han descrito con tanta belleza lo tortuosos que pueden ser los caminos de la vocación. ¿Acaso una senda equivocada puede llevarnos al destino correcto? Puede ser un velo en que alguien haya escrito “Huye, joven, huye”; puede ser un desconocido que te da unas señas falsas o un amigo que te da un consejo erróneo para que, a fuerza de errar, te encuentres a ti mismo. ¿Quién no ha sentido que un dedo oculto dirige su suerte?
La mejor novela es aquella en la que el lector se lee a sí mismo. Me reconozco en la peripecia de Wilhelm con la compañía de actores igual que Wilhelm se reconocía en la aventura de Saúl, que salió en busca de los rebaños y terminó siendo rey. Por eso uno se siente interpelado cuando, al final del Wilhelm Meister, lee el mensaje que cuelga de la estatua funeraria de la Sala del Pasado: Recuerda que has de vivir.
Jorge Freire (Madrid, 1985) es filósofo y escritor. Su último libro es La banalidad del bien. También es autor de Hazte quien eres. Un código de costumbres y de Agitación. Sobre el mal de la impaciencia (Premio Málaga de Ensayo).
Esperanza Ruiz
El dilema de Neo – David Cerdá

Tras los exitosos Ética para valientes y Filosofía andante, David Cerdá vuelve con uno de los temas más acuciantes en nuestros días. La posverdad ha descolocado a muchos y dejado inoperantes a otros, siendo necesario despertar a la realidad de las cosas a las nuevas y viejas generaciones. Cerdá lo consigue, con su espoleante y esmerado estilo, acercando la filosofía y haciéndola asequible a todos los públicos. Siguiendo con los trascendentales (en Ética para valientes hablaba sobre el bien, y ahora lo hace sobre la verdad) y siendo consciente de que habitamos en Matrix (el título hace referencia a la película de ciencia ficción en la que su protagonista debe elegir entre una píldora que le dé a conocer la realidad del mundo y otra que le mantenga viviendo en una artificial sin hacerse preguntas) nos insta a conseguir que nuestros juicios sean lo más verdaderos posibles.
El Dilema de Neo es el sugerente resultado de doce años de investigación, vastísimas lecturas y la obsesión de su autor por que nuestra vida orbite alrededor de las buenas conversaciones, los grandes libros y aquello que nos puede ayudar a encontrar la verdad, tan íntimamente relacionada con la libertad.
Esperanza Ruiz es farmacéutica de profesión y articulista en medios como El Debate, La Iberia, Revista Centinela y El Español. Tiene una sección literaria en Leer por Leer y es autora del libro Whiskas, Satisfyer y Lexatin en Ediciones Monóculo.
José María Contreras Espuny
Vida y aventuras de Alexis Zorba (1946)- Nikos Kazantzakis

Vida y aventuras de Alexis Zorba, o más a menudo, por influencia de la adaptación cinematográfica, sencillamente Zorba, el griego, es una novela inolvidable por obra y gracia de su personaje principal, al que ya no podemos imaginar con otro rostro que el de Anthony Quinn.
En la obra de Kazantzakis, Zorba es visto a través de los ojos del narrador, un joven erudito, enfermo de ideas, pálido de abstracciones, que pronto siente fascinación por un Zorba que, de tan transparente, parece aclarar el mundo cuando se lo mira a través de él: «No sabía si enojarme, reírme o admirar a este hombre primitivo que, rompiendo la corteza de la vida ―lógica, moral, honradez―, absorbe la sustancia».
Zorba, con su devoción por «la especie hembra» y su mirada adánica, con su alma corpórea, su instinto telúrico y su poquito de nihilismo también, es el animal hombre, terrenal hasta las trancas. Por eso se levanta cada mañana, mira alrededor y, con Dios, aprueba todo lo existente. «¡Qué máquina curiosa, el hombre ―exclama Zorba―! Le echas pan, vino, pescados, rábanos, y te produce suspiros, risas y sueños». Y de eso va la novela, del gozo y el misterio de estar vivos.
Un buen acompañamiento al libro de Kazantzakis, un postre si lo prefieren, sería La filosofía del vino de Béla Hamvas, un panfleto contra los puritanos, pietistas y ateos de todo pelaje.
José María Contreras Espuny es doctor en Estudios Literarios y profesor en la Universidad CEU Fernando III. Hasta la fecha ha publicado Crónicas coreanas (Renacimiento, 2016), Confesiones de un padre sin vocación (Homo Legens, 2018) y Niños apocalípticos (Monóculo, 2022). Colabora frecuentemente en El Debate y otros medios.
Diego Martínez
Pedro Páramo- Juan Rulfo

Calor. Un calor seco, sofocante, irreal. Esa fue la sensación que me acompañó durante la lectura de Pedro Páramo (1955), obra magna del mexicano Juan Rulfo. Imaginé Comala en color sepia, como anegada por una densa película de polvo, flotando en una atmósfera saturada de ecos y sombras fantasmales. Allí el tiempo no existe, la tierra es una maldición estéril y los personajes, aún estando muertos, habitan en la angustia como solo pueden hacerlo los vivos.
Mucho se ha escrito sobre esta obra, una de las cumbres de la literatura en español, y poco pretendo añadir yo en estas líneas. Gabriel García Márquez dijo que el año en que la leyó no pudo leer a ningún otro autor, pues todos le parecían menores. Juzguen ustedes:
«El calor me hizo despertar al filo de la medianoche. Y el sudor. El cuerpo de aquella mujer hecho de tierra, envuelto en costras de tierra, se desbarataba como si estuviera derritiéndose en un charco de lodo. Yo me sentía nadar entre el sudor que chorreaba de ella y me faltó el aire que se necesita para respirar. Entonces me levanté. La mujer dormía. De su boca borbotaba un ruido de burbujas muy parecido al del estertor.
Salí a la calle para buscar el aire; pero el calor que me perseguía no se despegaba de mí. Y es que no había aire; sólo la noche entorpecida y quieta, acalorada por la canícula de agosto».
Diego Martínez es editor de LA CONTROVERSIA
Javier Tiestos
El cuarto de baño- Jean-Philippe Toussaint

Suelo comprar y leer libros con el -sano- prejuicio de evitar casi todo lo que pasa del año. Dicha práctica me ha dado alegrías y me ha ahorrado muchas horas de lecturas dictadas
por la moda o el renombre del autor. Sin embargo, acabada mi lectura antes de tiempo
durante las vacaciones en un pueblo perdido de Francia, la emergencia me obligó a acercarme a la librería del lugar y, movido por una extraña audacia, decidí embarcarme en la lectura de El cuarto de baño (1985), primera novela del consagrado escritor belga Jean-Philippe Toussaint
Confieso que, aunque afronté las primeras páginas con algo de escepticismo, pronto cambié de idea, cautivado con el tono socarrón y un poco autista del protagonista y narrador. A medida que transcurren las páginas, se nos desgrana la vida cotidiana y privada del anónimo protagonista, con una deliciosa atención a los detalles, a su percepción y al tono de la narración. De esta novela se ha dicho a menudo que tiene más forma que fondo y, aunque puede ser parcialmente cierto, también existe un hilo narrativo que hace crecer la tensión con
el pasar de las páginas. Que no engañe tampoco el sabor un poco frívolo del inicio; el autor nos regala finas reflexiones a medida que avanza la obra, mientras el protagonista preconiza los beneficios de su querido inmovilismo.
Por si no he convencido a alguien todavía a animarse a leer esta novela, apropiada para la ligereza que requiere el mes de agosto, espero que las palabras del autor tengan más éxito que yo: «Respondí que la necesidad de entretenimiento me parecía sospechosa. Cuando, casi sonriendo, añadí que nada me asustaba más que el entretenimiento, vio que no podía discutir conmigo y, maquinalmente, me ofreció un milhojas»
Javier Tiestos es español por casualidad, francófilo por nostalgia e italianófilo por vocación. Dedica su vida al estudio del violín barroco. Ocasionalmente junta letras, con más o menos acierto, para LA CONTROVERSIA.
Carlos Hortelano
Subcampeón – Zuhaitz Gurrutxaga

Zuhaitz Gurrutxaga puede arrogarse el mérito de haber sido el único futbolista que no quiso proclamarse campeón. Perteneció a la plantilla de la Real Sociedad que en 2003 estuvo a un ay de hacerse con la Liga, una temporada en la que los futboleros guipuzcoanos flotaron en una nube mientras que en la cabeza de Gurrutxaga sólo había una densa y limitante neblina.
Todo había comenzado en el verano de 2002, cuando Gurrutxaga salió con unos amigos para desconectar y aprovechar los últimos días antes del inicio de la pretemporada. Una crisis ansiosa espoleada por la marihuana terminó con un diagnóstico de TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) y marcó el comienzo de unos años en los que poco de la vida del futbolista quedó en pie.
No es fácil escribir un libro sobre la enfermedad propia sin caer en la tentación del victimismo y la autocomplacencia. Por eso Subcampeón (Libros del KO, 2023), de Zuhaitz Gurrutxaga y Ander Izagirre, es una obra meritoria, sincera y divertida (muy divertida) que llega en un momento donde tras el eslogan de la salud mental prolifera tanto discurso pernicioso.Este libro es un tratamiento de choque contra el idealismo político. O, si se prefiere, un ejercicio despiadado de realismo político que no sienta nada mal en estos tiempos en los que tendemos a concebir el Estado como un hotel en el que tenemos derecho a ser servidos a nuestro antojo por el mero hecho de haber llegado.
Carlos Hortelano es ingeniero, mantiene un blog y escribe en medios como Letras Libres
